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Por Pablo Medina / DMX

Entre fines del siglo XIX y principios del XX, Italia y sus necesidades enriquecieron de inmigrantes otros rincones del planeta. Estados Unidos y Argentina eran los destinos preferidos para hacer la América. Norte y sur, culturas con casi nada en común excepto el crecimiento de ambas y el vínculo imprevisto que las comunidades italianas por aquel entonces les otorgó. Diferente situación y experiencia fue la sucedida en países más cercanos como el de México, a quien algunos descubrieron casi por casualidad

Historias y anécdotas diversas e infinitas, como el de una adolescente italiana que por aquella época emigró también al nuevo mundo junto a su familia. Desembarcó en San Francisco, California. Se adaptó sin problemas y por su belleza fue modelo y actriz de cine mudo, luego el tiempo la convertiría en precursora del fotoperiodismo como lucha social: Tina Modotti.

Difícil escapar a la propia historia, su padre en Italia había sido militante socialista y su tío fotógrafo. Tina portaba una sensibilidad que no pudo desarrollar en el mundo del maquillaje y la actuación, fue encasillada en el estereotipo de mujer latina y huyó de ese rol.

Muy joven se casó con un pintor y poeta canadiense, Roubaix de l´Abrie Richéy (Rodó). La afinidad por la expresión visual debió ser su fuerte. Con él comenzó a frecuentar círculos de la bohemia: artistas, pintores, poetas. Así conoció a un amigo de su esposo, Edward Weston, renombrado fotógrafo con el que inició una relación de discípula y amante. La fotografía por aquel entonces era todo novedad y en incesante crecimiento. Alentada por Weston, Modotti comenzó a realizar sus propias imágenes. Avanzó en ello hasta que el mismo Edward luego señaló que le hubiera gustado fotografiar como lo hacía ella. Tina se iba convirtiendo en la primera mujer fotógrafa con mirada propia y esto último sellaría su camino.

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Su marido trabajaba en México cuando falleció, debió entonces viajar e ir junto a su suegra a buscar los restos. Allí descubrió y continuó lo que había comenzado al partir desde Italia: un nuevo desembarque en otra cultura, más  colorida, intensa, creativa e injusta. El hallazgo se reveló a sus ojos iluminados por la lucha social e ideales de ese entonces. Regresó a California y volvió en 1922 para instalarse en la ciudad de México junto a Weston, pronto conoció del ambiente expresivo a artistas comprometidos como Diego Rivera, Frida Kahlo y Pablo Neruda.

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La fotografía era tan novedosa como la tecnología digital lo es hoy, solo que muy pocos disponían de ella. Quienes fotografiaban se dedicaban como oficio u profesión, su uso y llegada a la imagen no era masiva. Los fotógrafos pretendían solo captar imágenes semejantes a las pinturas, que eran desde ya lo único que visualmente todos hasta ese entonces conocían.  

Por ese tiempo, Tina había comenzado a producir imágenes que se alejaban de lo pictórico, y en 1925 tuvo su primera exposición compartida con Weston. Un año después viajaron al interior de México en búsqueda de su cultura y arte (artesanías, arquitectura colonial, etc.). Aquel viaje le proporcionó la revelación a la mirada social: la pobreza, el amor, la desigualdad, el feminismo. Tras esta experiencia ocupó el rol de editora del Diario El Machete y de la revista Mexican Folkways. Así fue precursora del denominado fotoperiodismo crítico. Sus fotografías exhibían la realidad de las clases sociales más vulnerables pero de modo respetuoso y digno, no invasivo. Mientras esto sucedía, se relacionó con las corrientes de izquierda y se afilió junto a Frida al Partido Comunista Mexicano. Tuvo un romance con Julio Mella, fundador del Partido Comunista Cubano, quien le posibilitó publicar sus fotografías en diversas revistas alemanas. Luego en la Biblioteca Nacional de México se realizó su primera muestra individual, en cuya inauguración el famoso muralista mexicano David Siqueiros catalogó a Tina Medotti como "La primera fotógrafa revolucionaria".  

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Al tiempo dos hechos ensombrecieron la vida de Tina en México: el asesinato de su pareja y un supuesto complot para asesinar al presidente, por ambos casos Modotti fue arbitrariamente señalada como sospechosa por las corrientes fascistas que lograron su expulsión del país.

La vida de Tina nunca decayó en intensidad. Sin saber dónde ir viajó a Europa. Padeció hambre y frío en Alemania. Llegó a Moscú y trabajó en política. Fue reportera en la Guerra Civil Española junto al inmenso fotógrafo de trincheras Robert Capa. Logró activar un hospital de tuberculosos del gobierno republicano. Permitió a soldados cruzar la frontera francesa. Tiempo después gracias a Rivera, Kahlo y Neruda, regresó de modo clandestino a su amado México, y luego de haber asistido a una reunión encubierta murió dentro del taxi en que viajaba debido a un paro cardíaco. Tenía 46 años.

Tina Modotti no fue profeta de ninguna tierra, habría 

desembarcado siempre sobre el mismo puerto: el de la sensibilidad, muelle de su expresividad ante lo urgente.

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