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Tarkovsky, quizá sea el más grande director de cine de la historia, como creía Bergman. La resolución de la película ocurre en un incendio como parte de un trato, un sacrificio de salvación ofrecido a Dios: "Abandonar todo lo que ata", incluyendo familia, hijos, hogar, vida…

Su punto más agudo atraviesa la amenaza de una inminente guerra nuclear, perspectiva desangelada y nihilista en que la naturaleza ya no es elemento viviente a través de la cual la divinidad se expresa, sino un mero recurso de explotación de la empresa tecno-materialista del ser humano.

La escena final con música de Bach es una plegaria, aunque de cierta manera toda la obra de Bach y todo el cine de Tarkovsky es una oración a Dios

Son dos los temas fundamentales en la obra de Andréi Tarkovsky: el amor y la fe. En las cintas de Tarkovsky (quien quizá sea el más grande director de cine de la historia, como creía Bergman), ambos son en realidad dos caras de una misma realidad, unida por el sacrificio o el acto de autonegación a través del cual el ser humano se une con algo más grande que él mismo.

En su última película, El sacrificio (1986), Tarkovsky describe una alegoría que puede considerarse el pilar o el eje de su visión espiritual. La cinta, filmada en Suecia, narra los eventos que le suceden a un hombre y a su familia al tiempo que se anuncia el estallido de la guerra nuclear. En la primera escena de la película, el protagonista, Alexander, le pide a su hijo mudo que lo asista mientras planta en la playa un árbol marchito. Alexander le cuenta a su hijo que en una ocasión un monje ortodoxo llamado Pamve le ordenó a su discípulo, un joven monje llamado Loann Kolov, que plantará un árbol seco al lado de la montaña. Le dijo que debía regarlo todos los días hasta que reviviera. El joven monje llenaba su cubeta todos los días por la mañana y subía donde estaba el árbol para regarlo, y regresaba al monasterio al atardecer. Así pasaron tres años, hasta que un día subió a la montaña y observó que el árbol estaba cubierto de flores. A esto Alexander comenta:

Puedes decir lo que quieras sobre esto, pero no se puede negar que, como método o sistema, tiene sus virtudes. ¿Sabes? A veces pienso que si todos los días, exactamente en el mismo minuto, uno fuera a realizar el mismo acto, como un ritual, sin modificarlo, de manera sistemática, exactamente igual, el mundo cambiaría de alguna manera. Sí, algo cambiaría, tendría que cambiar.

 

La resolución de la película ocurre cuando Alexander incendia su casa. Habiendo escuchado en la radio el anuncio de una guerra nuclear que significa seguramente el holocausto planetario, Alexander se retira a rezar y le pide a Dios que salve a la humanidad. Como parte del trato de su salvación, le ofrece a Dios "abandonar todo lo que ata". Esto incluye su familia, su hijo, su vida y su casa.

Al día siguiente, Alexander se despierta y nota que todo procede con normalidad, el mundo no está en guerra. ¿En realidad sucedió el milagro o todo fue un sueño? Alexander va de paseo con su familia, pero durante el paseo se adelanta y secretamente incendia su casa para cumplir su promesa (este es uno de los grandes planos-secuencia de la historia del cine, el cual además debió hacerse dos veces, ya que la primera vez la cámara no corrió).

Cuando la familia regresa, Alexander confiesa haber incendiado la casa (que se consume en el fuego en el fondo de la escena) y, al tiempo que llegan los paramédicos, lo vemos entrar en un furor maníaco, en esa tenue línea entre la fe y la locura –o la transgresión de los comportamientos socialmente aceptados y una sanidad más allá de lo convencional– que siempre está en el cine de Tarkovsky y que es también uno de los temas de Stalker (1979).

Ver película:

Antes hemos visto cómo Alexander, en largas excursiones meditativas que tienen a su hijo como silencioso interlocutor, condena el supuesto progreso de la humanidad, basado en la técnica. El hombre ha construido:

Una civilización basada en la fuerza, el poder, el miedo... Todo este "progreso tecnológico" sólo nos ha provisto de confort, una especie de estándar. Y de instrumentos violentos para mantener el poder. ¡Somos como salvajes! ¡Usamos nuestros microscopios como cuchillos! No, eso está mal... los salvajes son mucho más espirituales que nosotros. Tan pronto hacemos un descubrimiento científico, lo ponemos al servicio del mal. ¿De qué estándar hablo? Alguna vez un hombre sabio dijo que el pecado es aquello que es innecesario: toda nuestra civilización, entonces, está construida con el pecado. Hemos adquirido un terrible desequilibrio, a saber, una falta de armonía entre nuestro desarrollo material y nuestro desarrollo espiritual. Nuestra cultura es un defecto, quiero decir, nuestra civilización. ¡Básicamente defectuosa, hijo mío! Tal vez podríamos estudiar el problema y buscar la solución juntos. Tal vez podríamos, si tan sólo no fuera demasiado tarde... ¡Dios mío! ¡Cuán harto estoy de hablar! "¡Palabras, palabras y más palabras!".

Alexander critica a la civilización occidental que, basada en una epistemología mecanicista, concibe a la naturaleza como una masa inerte que existe para ser transformada en poder para el ser humano.

La gran causa de los problemas de la humanidad, que en la película de Tarkovsky llegan a su punto más agudo con la amenaza de una inminente guerra nuclear, es esta perspectiva desangelada y nihilista en la que la naturaleza ya no es el elemento viviente a través del cual se expresa la divinidad, sino un mero recurso de explotación en la empresa tecno-materialista del ser humano.

Sin embargo, para quien todavía mantiene una visión espiritual del mundo, para quien tiene fe y actúa en congruencia con la fe, la naturaleza es el lugar de encuentro con la divinidad.

En la última escena de la película vemos al hijo de Alexander regando el árbol y contemplando sus ramas secas sobre el fondo del mar resplandeciente. El niño, llamado "pequeño hombre", dice: "Al principio fue el Verbo... ¿Por qué, papá?". Escuchamos de fondo La pasión de San Mateo de Bach, el aria 39, "Erbarme dich, mein Gott" ("Dios mío, ten piedad").

Para Bach, la música era una respuesta a la belleza de la creación divina, alabanza a Dios. Pareciera que Bach, el gran genio religioso de la música, hubiera compuesto su música para el cine de Tarkovsky, el gran genio religioso del cine.

Ambos, el fragmento de Bach y la escena final de Tarkovsky, son una plegaria a Dios (aunque, de cierta manera, toda la música de Bach y todo el cine de Tarkovsky es una plegaria a Dios). La cámara sube lentamente por el tronco hacia las ramas al tiempo que la luz del sol arde sobre las olas, llenando el mar de una luz enceguecedora. Uno casi puede ver surgir, entre la luz que inunda el espacio, un brote de vida en las ramas marchitas del árbol.

La película termina y leemos que está dedicada al hijo de Tarkovsky, de quien se había separado al estar exiliado, "con confianza y fe". Poco después de filmar la película, en 1985, Tarkovsky empezó un tratamiento para cáncer en los pulmones. Murió a finales de 1986.

Pijama surf

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