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​​​​​​​​​Cuánto puede avanzar una persona en la vida si queda plena de resentimientos, si busca que sus padres sigan solucionando sus problemas de adulto, si echa culpas a todos sus antecesores, o a instituciones a las que pertenece o perteneció de todos sus malestares.

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De qué sirve vivir peleado con el vecino porque no nos ponemos de acuerdo mientras nuestras casas se inundan.

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Si la sociedad fuera un paciente, le diría que pare de luchar contra todo, que deje de escuchar lo que dicen otros, que no dé el poder de su vida a nadie más que a sí mismo.​​​​​​​​​​ Que no siga alimentándose de rencores. Que no compita con sus hermanos o compañeros de vida. Que comience a buscar en su interior todo aquello que tiene de bueno. Que lo que le pasó en su vida, ya pasó y que tendrá que sanarlo,  pero desde el amor y no desde el rencor. Que tendrá que mirar para adelante.

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Que busque vínculos positivos y sentimientos positivos.​ Que piense qué puede construir desde aquí y ahora.​ Que se sane de emociones negativas y vínculos disfuncionales que incitan a la violencia.​ Que busque lo justo y la paz pero desde la serenidad interior y nunca desde el odio. Este siempre se vuelve contra uno mismo y termina enfermando. Que sea libre tanto como pueda, pero que no hay libertad sin responsabilidad y que toda acción trae reacción. Que si no cambia por amor a los otros, por lo menos que se cuide a sí mismo y se ame a sí mismo respetándose y no haciéndose daño. Y le recordaría que las emociones negativas siempre hacen daño.

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​​​​​​​​Le diría que recuerde los momentos de mayor amor, plenitud y armonía en su vida y que intente replicarlos el mayor tiempo posible.​ Le recomendaría que medite, que mire un paisaje hermoso, que se junte con personas que hacen cambios positivos por sí mismos y por los demás. Desde el amor y no desde la violencia.

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Pero la sociedad no es mí paciente.