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Acerca del fin 

de etapas, ciclos, y de aquello que perdió el sentido o su función y que por lo tanto, es mejor terminar

Hoy les voy a comentar algo más de esta modalidad: Constelaciones Familiares, aunque la mejor manera de interiorizarse es tener la experiencia de presenciar o participar en una constelación.

¿Cómo se trabaja y qué elementos se necesitan para hacer una constelación?

Una constelación es como si fuera una representación, pero no es una representación. Decirlo así es una forma de describir esta modalidad. Una constelación es una parte de la vida, es un hecho entre todos los hechos de la vida.

Una persona consulta sobre su tema, el constelador/a le hará algunas pocas preguntas  y le dirá que elija representantes  para que representen a las personas de su familia y quizás para sí mismo/a con los que empezaremos el trabajo. Los representantes son personas del grupo presente que se eligen no por parecido físico sino por lo que la percepción  dicta. Éstos pueden ser elegidos por el consultante o por el constelador e incluso preguntar al grupo quién quiere ser representante. El fenómeno que se da es que el representante percibe sensaciones físicas o sentimientos que corresponden a la persona que representa (esté viva o fallecida). De esta manera se dan las dinámicas en la constelación.

Se colocan los representantes en el espacio destinado al trabajo y se deja que se vayan dando los movimientos que revelarán  en dónde se asienta el conflicto y cuál es el camino hacia la solución.

También se usan frases que sanan, son frases que salen del sistema y que producen cambios. A través de los desplazamientos en el espacio, las frases, y cuando se necesitan, los gestos de honra, se va desarrollando esta experiencia ordenadora que permite despejar la energía amorosa que estaba bloqueada por el desorden dentro del sistema familiar.

 

Ahora vamos al tema que proponemos: los finales de etapas, de ciclos, y de aquello que perdió el sentido o la función y que es mejor terminar. En la vida se transitan caminos. Los caminos tienen un comienzo, un recorrido y un punto de llegada. Evolutivamente nos desarrollamos así en la vida. Vivimos etapas que se cumplen y que se entrelazan finales con comienzos, representan pérdidas y ganancias si lo queremos ver desde ese lugar o también las podemos pensar como continuos crecimientos, aprendizajes y enriquecimientos.

Muchas veces, en los talleres de constelaciones,  la consulta es sobre una relación que se terminó, pero que no se terminó; que no se puede terminar a pesar de que se entiende que no hay más amor, o que es dañina, o que es lo mejor que se termine, o la razón que fuere. Y esto sucede aún habiendo pasado muchos años del corte. Es como que aunque la razón indica o muestra una realidad, lo emocional no puede aceptarlo y produce permanente sufrimiento.

Cuando propongo el trabajo, pregunto sobre relaciones anteriores, y muchas veces la o el consultante (en general son mujeres las que hacen esta consulta) dice que tuvo una o dos parejas anteriores, que todo está bien y que esta última es la que no pueden cortar. Pues, cuando se constela este tema, vemos que las parejas anteriores también están sin cerrar; en algunas queda mucho por resolver y en otras es algo pequeño que faltó. Así es que nos encontramos con dos o tres parejas que viven en simultaneidad, que están presentes aunque no lo estén concretamente; pero en el corazón y el pensamiento de la persona tienen aún vigencia pues quedaron situaciones inconclusas, agradecimientos y reconocimientos silenciados o ignorados, palabras nunca dichas ni escuchadas, es decir,  despedidas y cierres sin realizar. Todo esto ocupa lugar y para tener algo nuevo hay que deshacerse de lo viejo. En estas circunstancias es muy difícil que las próximas parejas anden bien, pues una o las dos personas que la componen están aún llenas del pasado que inunda el presente y no lo deja ser.

También sucede que cuesta cerrar una pareja que se terminó cuando es la única que tuvo la persona.

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Les presento un caso que se trabajó con una constelación:

 

Una mujer de 60 años que se había separado hacía treinta años, aún lloraba de dolor y de rabia por esa separación.

Cuando se hizo la constelación, la mujer pasó por varios estados emocionales y físicos y culminó, apelando a los buenos recuerdos de la pareja, reconciliándose con ese hombre y agradeciendo. Se sacó un gran peso de encima al liberarse de tan pesada carga llena de enojos y penas. De esta manera puede empezar a mirar a su presente y proyectar hacia adelante.

Otra mujer dice que terminó con una pareja hace ya dos años, pero que ella no puede terminarla, que tiene la esperanza de volver, aunque él la dejó porque no la quería. Esto le produce un sufrimiento que no la deja vivir libre y tranquila.

Le pregunto por parejas anteriores  y me dice que tuvo dos parejas importantes; de una de ella tiene hijos,  y después se separaron y que con eso está todo bien. Después tuvo otra pareja que también terminó y finalmente esta  última cuyo final  la hace sufrir. La constelación le revela que ninguna de las parejas anteriores está terminada, en cada una faltó algún reconocimiento como también asumir su responsabilidad en el corte de la segunda pareja. Cuando se termina el trabajo se da cuenta que la tercera pareja por la que consulta, perdió toda importancia.

Como ven, detrás de cada corte de relación hay unas cuantas cuestiones ocultas sin tramitar, y que haciendo el trabajo con las constelaciones se pueden allanar y ver la salida  adecuada y amorosa.

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