“Soy lo que sostiene mi bandera;
la espina dorsal del planeta es mi Cordillera;
soy lo que me enseñó mi padre:
el que no quiere a su Patria, no quiere a su madre;
soy América Latina,
un pueblo sin piernas pero que camina."
(René “Residente” Pérez, Calle 13)
Luego de la victoria de Lula da Silva como electo nuevo presidente de Brasil, habrá que remarcar la clara confrontación y posicionamientos en que nuestra región se encuentra.
Han pasado décadas en que los votantes solo contábamos con una opción: elegir lo mejor de lo peor. Esto debido a candidatos que en esencia no diferían sus posturas. Todos lo supimos, el tiempo y los resultados así nos lo revelan.
Hoy los posicionamientos parecieran ser más claros, definidos en su perfil y proyección. Trascienden yendo más allá de logros y fracasos. En estos aspectos la actual Latinoamérica expone su diferenciación respecto al resto de Occidente. Nuestras poblaciones hoy más que nunca no son las de Norteamérica, viciadas de desinterés por lo que ocurra. Ni tampoco la incongruente Europa, confundida por propios y ajenos en dirección al suicidio gracias a su arrogancia elitista, tal lo expuesto frente al conflicto Rusia – Ucrania. Todo ello a diferencia de nuestra región, que marcó su particular criterio e interés con más de treinta millones de latinoamericanos informándose por canales alternativos a los del discurso oficial.
En los últimos años las elecciones de nuestro continente no anduvieron entre grises, los resultados de ayer en Brasil así lo demuestran, en donde según la posición en que cada uno elija estar se es blanco o negro. Y esto no en favor de la división, sino en coincidencia con aquella parte de la historia que aunque alterada u oculta, florece e impone su presencia a todos.
Latinoamérica aún en sus dificultades, idas y venidas, avances y retrocesos: hoy es el futuro. Su diversidad, riqueza cultural, potencialidad y claridad respecto al lugar que ocupa, la fortalece.
Un esperanzador contraste sin confusos matices.
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