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Un sheij sufí dijo una vez: “Caminar

sobre las aguas es fácil, eso con un

poco de práctica se logra. Resucitar a

los muertos… cuesta un poco más, pero

se puede. Lo difícil, lo realmente difícil

es poner la otra mejilla cuando nos

pegan en una.”

El adab es el comportamiento adecuado en cada circunstancia. Tener adab significa prestar atención a lo que hacemos y decimos, y al efecto que nuestras palabras y nuestros actos tienen en los demás, procurando que sea beneficioso; es el cimiento sobre el que se edifica el altruismo, que consiste básicamente en poner al otro antes que a uno mismo. Hay un adab para la comida, para la oración, para el trato a los padres, a los hijos, para realizar las labores diarias, hasta para sacrificar a un cordero para el id. El adab fomenta el estado de presencia y la conciencia de uno mismo en relación con el entorno.

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Este mismo sheij dijo una vez que su sheij le dijo a él que lo más difícil en este camino no es aprender el Generoso Corán de memoria, ni las interminables listas de hadices, ni la jurisprudencia de las diferentes escuelas islámicas, no es tan difícil aprender a recordar a Allah girando como los Mevlevis, o cantando como los Jerrahis,  y puede ser fácil cocinar para decenas de invitados en el dergah, mantener la limpieza y la belleza de la mezquita, o realizar hermosas caligrafías… Lo que es tan difícil que parece un milagro y sólo se logra con ayuda de Allah es cambiar el carácter. Dijo el Profeta Muhammad (BP) luego de una batalla “Hemos terminado con el pequeño yihad. Ahora comienza el gran yihad”. ¿A qué se refería?

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Contrariamente a lo que mucha gente cree, la palabra yihad significa literalmente “empeño” o “gran esfuerzo” y se relaciona con la lucha contra los propios defectos. Especialmente en el sufismo se hace hincapié en esta idea de yihad mayor aplicada al combate contra los defectos de nuestro carácter, al tiempo que procuramos cultivar las virtudes del adab. Como una piedra en bruto que es pulida hasta alcanzar su máximo esplendor, nuestro carácter se roza permanentemente con el de nuestros semejantes invitándonos a embellecerlo. El barro de la soberbia, la arrogancia  y el orgullo ensombrecen la tenue luz de nuestro corazón, que sólo puede brillar ante su Señor cuando, despojado de toda ambición, se ofrece en absoluta humildad.

 


Dijo Al-Kattani: “El sufismo (tasawuff) es buen carácter. Quien te supere pues en buen carácter, te ha superado en sufismo”.
Jadiya (B) le dijo al Profeta Muhammad (BP) “Te amo por tu formalidad, por la belleza de tu carácter y la veracidad de tu palabra”.


Quiera Dios que las vicisitudes de la vida nos endulcen, en lugar de endurecernos, y que lejos de ser los pies que caminan, seamos gustosos el agua calma sobre la que se posan.

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