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"Año 1962. John Coltrane a Don de Michael, redactor de Down Beat: "Pienso que lo más importante que un músico puede hacer es ofrecerle a quien lo escucha todas las maravillas del Universo que conoce y siente. Para mí, esto es la música: una de las maneras de expresar que el Universo en que vivimos, que nos ha sido dado, es grande y hermoso". Era sincero, ya entonces había dado comienzo su peculiar aventura final, un camino musical pletórico e imbuido de fuerza espiritual. Una música que no sería considerada como tal por muchos oídos finos, ofendidos por la asimetría, la desaparición de la belleza evidente, el "salvajismo", lo que no pocos vieron como la expresión de una desesperación sin vías de escape. Hoy no sabemos qué fue en realidad. Sabemos sí que desde finales de 1961 todo comenzó a cambiar con virulencia en la música de Coltrane -que, hasta entonces, solo era "el mejor saxofonista tenor del hardbop"- y que ese cambio transcurría paralelo a los de otros creadores, todos ellos "destructores y asesinos del jazz". Unos meses antes de la declaración citada, Coltrane había comenzado a grabar lo que es considerado como el disparo de salida de su carrera hacia la disolución del sonido, hacia la ruptura del estro armónico que imponen los cánones del rigor académico. De ese momento data el disco que abre esta nueva entrega de reediciones Impulse!, Impressions, uno de los vinilos (ahora CD o cosa de Internet) fundamentales del jazz; el espacio donde Coltrane da la puntada definitiva al jazz modal que emergió en Kind of Blue de Miles Davis. Entonces, a finales de los años cincuenta, Davis estaba fascinado con Coltrane: "Se dedica a esos arpegios y después toca acordes que llevan adentro otros acordes y los toca de cincuenta modos diferentes y, además, los toca todos al mismo tiempo", le dijo a Nat Hentoff (The Jazz Review, diciembre de 1958). Pero Coltrane no era un experimentador cerebral y organizado. Era un artista al cual la imaginación desbordaba y, además, era muy versátil. Su música fue consecuencia de su energia, más que de un pensamiento "musical", o un proyecto estructurado. Una definición muy ajustada es la que hizo Arrigo Polillo: “En realidad Coltrane quiso moverse en un ámbito armónicamente circunscripto (a menudo solo dos o tres acordes), porque no se ocupó tanto de crear 'obras', estructuras musicales bien proporcionadas, cuanto de descubrir, profundizando, los mecanismos más misteriosos que regulan el mundo de los sonidos (más allá de aquellos codificados por el sistema tonal europeo). Así quiso expresarse con amplitud y plenitud". (John Coltrane, 1975). Completando esta observación, podemos agregar que la improvisación modal, con su estaticidad armónica, permitía a Coltrane la evocación de un clímax místico y ritual. Era algo que le salia naturalmente dado que era un espíritu religioso, de un misticismo confesional.

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A partir de 1964 (fecha de Ascension, una de las piedras fundacionales del movimiento free) la música de John Coltrane asumió un carácter explícitamente ritual. Se convirtió en una ceremonia mística y aquí dejó fuera del ring a los luchadores de la invención pautada y la armonía. Para siempre. Desde entonces, cada aparición discográfica y actuación (por ejemplo en New Thing at Newport) se convirtió en un desafio para los sentidos. Aun quienes estuvieron atentos y abiertos a lo que Coltrane trajera de nuevo, siempre se sentían afectados por la intensidad y la urgencia de su mensaje musical. El patente arrebato con que llenaba el silencio hizo que se difundiera un equívoco sobre su personalidad. Coltrane era, en realidad, un hombre dulce y pacífico, quizás un poco ansioso (sus biógrafos afirman que a una toxicomanía superada sobrevino una bulimia), sin afán de protagonismo. Lo que ha quedado de todo aquello, al margen de sus innumerables herederos (sobre todo de las formas) es una pregunta. Una pregunta que cabe formularse después de escuchar sus últimas grabaciones (Interestellar Space es un buen ejemplo): ¿Hacia dónde iba Coltrane? Lo más sensato es responderse que hacia el silencio. Porque pretendía el amor, y una de las formas que asume asociado a la naturaleza, el silencio. El silencio absoluto."

Carlos Sampayo, Discografía personal del jazz (1920-2011),

Gourmet Musical Ediciones, 2021

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