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La última etapa del existir humano, aquella que conlleva casi de modo extrasensorial recuerdos y apariciones a la par de la lucha contra las problemáticas físicas y psíquicas que surgen producto de la avanzada edad, descubre senderos y abre de modo sistemático, las puertas de reflexión ante los procederes, los procesos y actitudes que desarrollamos a través del tiempos ante un tema escabroso y poco rentable para el mercado como lo es el tema de la vejez

De modo humano, misterioso y atrapante sobremanera, el director y guionista Gonzalo Calzada, buceador en un género tan controvertido como el del terror, hacedor de un gran trabajo como “Resurrección", propone una obra de singulares características la cual desarrolla con un especial y particular modo, mostrando casi con vehemencia y sin perder el valor de los detalles su línea de trabajo, una de las más importantes del cine contemporáneo que en este caso arquitecta desde un thriller Psicológico, la búsqueda de la memoria del protagonista masculino en permanente tensión con un pasado que comienza a hacer mella en su estructura cognitiva, con matices de relevancia tales como la soledad, el encierro, lo sensorial del sonido, las representaciones de un tiempo perdido que siempre habita, para bien o para mal, a la largo y ancho de nuestra existencia, los miedos, olvidos familiares y aquellos extremos temores a perder la conciencia o el sentido del espacio y el tiempo y la necesidad de atención y comprensión.

La acción transcurre durante toda una noche dentro del amplio departamento de Ulises y Delia, en la cual un misteriosos suceso se presenta, poniendo en jaque la confusión de la memoria del adulto mayor con situaciones en la línea paranormal y la presión de su mujer que se presenta ya como un obstáculo en el desarrollo de sus tareas y ocupaciones.

Una composición urbana de la vejez y sus avatares, confluye en un campo minado por personajes que representan una amenaza viva para los ancianos. Dentro de la gama de situaciones que se suceden a través de una narrativa que se monta mediante las permanentes visiones del pasado y momentos de suma fantasía, existe un hecho sumamente destacable: El vivenciar de modo severo el raid de situaciones inverosímiles que atraviesa el anciano. Y son esos hechos de facto que van ingresando en hacernos parte de su vivencia y reflejarnos plenamente ante las situaciones familiares tan naturalmente expresadas en un marco de extremo misterio que mezcla el acto reflexivo con la inquietante forma que posee la trama estructural.

Técnicamente plagada de recursos al extremo estudiados y generados, cabe destacar la labor de sonido, realizada eximiamente por Sebastián González, la inmensa dirección de fotografía, de grandes climas visuales y primeros planos perfectamente explotados, a cargo de Claudio Beiza y banda sonora, de emotividad y fortaleza, compuesta por Eduardo Frigerio, José María Lassaga y Federico San Millán, dan paso a la labor actoral por excelencia de una dupla protagónica que recordaremos por siempre.

La primera actriz Marilú Marini como la vehemente Delia, de armas tomar, con una pasmosa regularidad cerebral, expresando toda su sabiduría teatral y su impronta en un rol logrado con creces.

Y Ulises, un tierno y entrañable anciano, de esos que de modo directo tomaremos empatía.

Es tan perfecto el trabajo del primer actor Pepe Soriano, que desde Aquel Alemán Schultz en una Rebelde Patagonia, pasando por el inmenso Lisandro de la Torre y generando año tras año personajes de relevancia, llega al cenit de su oficio interpretativo, en franca lucha con los recuerdos y los sentimientos, desde su postura, su voz, su profunda mirada, generando tal vez su mejor labor dentro de las lides del séptimo arte en una profunda mirada del tramo olvidado y hasta marginado por un sistema social que prioriza la “Vitalidad y juventud” y descarta la sabiduría, el trabajo sincero y la honestidad del adulto mayor.

Existe un punto no querido y concebido que deberemos transitar. Es esa vejez que no comprendemos ni deseamos abordar. Y este trabajo de modo particular, produce un encono sumamente profundo a la hora de enfrentar y afrontar el espacio vital del final de los días.

Un homenaje profundo a nuestros amados viejitos, aquellos que están solos y aguardan un guiño, una caricia, una palabra de nosotros.

Esta singular pareja representan el arquetipo de aquellos que con idas y vueltas, conformaron una parte del engranaje de vida de una sociedad.

Con errores y virtudes. Pero con el más profundo amor que destellan sus rostros iluminados por el motor de su alma.

Como Ulises a su recuerdo y trascendencia. Como símbolo intenso y compromiso de vida. Nocturna. Maravillosa. Emotiva. Irreal. Real.

Orgullosa y claramente una lección de cine argentino.

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